“Que Pena”

…fue lo que pensé cuando una de mis amigas de la infancia y del colegio me comentó que no podían tener bebés de forma natural, que tendría que hacer tratamiento de reproducción asistida de alta complejidad (fertilización in vitro) para poder concebir. ¿Fertilización in qué?”, eso para mi era hablarme en francés, no tenia ni idea de como o con qué se comía eso. No se lo dije a ella directamente, pero fue lo que cruzó por mi cabeza mientras ella hablaba; y tras ese pensamiento vino otro un tanto orgulloso, “eso nunca me pasará a mi”.

La estupidez de creer tener el control

Y es que como humanos muchas veces pensamos que tenemos el control de todo, que sabemos con toda certeza lo que va acontecer en los tiempos por venir. Que insensatos somos, porque la verdad no tenemos el control de absolutamente nada, no tenemos la certeza de lo que pasará dentro del próximo minuto.

La palabra de Dios dice:

“Muchos pensamientos hay
en el corazón del hombre;
Mas el consejo de Jehová
permanecerá.” - Proverbios 19:21

Si eres creyente es probable que conozcas esto y lo hallas escuchado muchas veces, pero no es lo mismo conocer que reconocer, es decir, que sé, profunda y conscientemente que yo Dios tiene el control y yo no.

Cuando el resultado no depende de mis muchos esfuerzos

Yo siempre he sido desde muy joven el tipo de persona que le gusta alimentarse de forma sana, que practicaba el ejercitar mi cuerpo con regularidad, sin ningún habito nocivo que pudiera incidir en mi fertilidad (por lo menos eso creía) y sirviendo al Señor desde mis 13 años. Era de las que pensaba (así mismo, en pasado) que como había dedicado mi vida al Señor, Él no permitiría que NADA malo, y específicamente algo como eso, me pasara a mi. Y cabe destacar, que la amiga con la que comencé este relato, también creyente.

Hay veces donde nos vemos (de forma inconsciente) espiritualmente superiores a otros hermanos, y pensaba (repito, en pasado), que esa amiga debía “meterse más con Dios” o revisar de alguna manera su fe, ya que este tema de la infertilidad podía ser una falta de búsqueda profunda del Señor. Que ilusa fui, no sabiendo que el sufrimiento, en cualquiera de sus presentaciones, es el cincel que Dios usa para formar a Cristo en nosotros.

Mis planes y la soberanía de Dios

El trato con Dios y mi esposo era que yo quería 5 hijos, como mínimo 3, porque soñaba con un auto tipo “van” donde los niños salieran de la parte trasera como pollitos detrás de su mamá gallina, me imaginaba contándolos uno por uno cuando salieran del auto a cualquier lugar que fuéramos y que la gente abriera los ojos cada vez mas grandes cuando vieran más de 3 niños salir de la parte trasera de un vehículo.

Luego la infertilidad (o esterilidad) toca mi puerta. Años de intentar sin ningún resultado, muchos viajes al médico y estudios incontables, hasta que escuchamos esa oración en voz de nuestra doctora “el único medio posible para que ustedes puedan concebir es a través de la fecundación in vitro”.

Esto no me puede estar pasando a mi, pensé; ¿Cómo, porqué, que sentido tenía todo esto? Es ridículo, también pensé. No se imaginan la lucha con Dios que inició luego de esa declaración de la doctora. Pero puedo decirte, que en medio de todo este torbellino de porqués, Dios con su inmenso amor y gracia me abrazó en medio de ellos. Siempre lo diré, a Dios no le asustan nuestras preguntas ni nuestros porqués. En medio de ellos me sostuvo, se reveló a mi de una forma en la cual no lo había conocido antes, y hoy puedo decirte que a pesar de todo el sufrimiento que esto provocó, no cambiaría una tilde de la historia, porque todo lo que ha pasado me ha llevado a amarle mas y anhelarlo a Él por encima de todo. Gracias a todo esto, pude declarar al igual que Job que:

De oídas te había oído;
Mas ahora mis ojos te ven.
- Job 42:5

O nos endurecemos o nos quebrantamos

Uno de mis personajes favoritos en la Biblia es Ana, la mamá de Samuel; por poquito le pongo Samuel a Ryo. Resulta que con este tema de la infertilidad/esterilidad podemos tomar uno de dos caminos, ambos dolorosos, pero uno es peligroso y otro es liberador. El peligroso es vernos tentadas a endurecer nuestro corazón para que no se rompa ante el recordatorio mensual que nos resalta nuestra incapacidad de concebir y ante el sin fin de preguntas de personas sobre cuando vendrán los hijos. El otro camino, igual doloroso pero liberador, fue el que tomo Ana: permitir que nuestro dolor y nuestro anhelo nos lleve a postrarnos delante de Dios, que este anhelo nos lleve a orar. Esto es quebranto; reconocer que yo no puedo hacer nada, pero hay Uno que si puede hacerlo todo.

Esto no quiere decir que aunque oremos como Ana, tendremos como resultado un hijo; Pero la voluntad de Ana de reconocer su dolor, de derramarlo delante del Señor y admitirlo frente al Elí, hizo que hallara favor delante de Dios.

“El dolor de la infertilidad debería
impulsarnos a lo profundo de
la bondad De Dios en busca
de consuelo.” - Betsy Childs Howard

Un panorama más grande

Talvez el favor que encontremos delante De Dios no se traduzca en hijos, pero puede traducirse en contentamiento y plenitud en Él, teniendo como mejor al Dador que a la dádiva. Se puede vivir en un estado de contentamiento y de dolor por un vientre vacío, sin embargo, ese dolor nos ayuda anhelar aquel lugar donde ya no habrá mas enfermedad, infertilidad, esterilidad u otro recordatorio de cuan rotos estamos. Allí estaremos completos y satisfechos en Él para siempre.

Mi sant@ herman@, créeme que entiendo el dolor y el clamor constante de un vientre vacío, o el anhelo de querer tener más hijos sin saber si será posible, pero te invito a que como Ana podamos ir con nuestro dolor, incapacidad y lágrimas a su presencia, donde hallaremos consuelo y nuestro corazón será dirigido a Quien puede consolarlo y sostenerlo por siempre: Jesús. No fijes tu mirada hacia abajo a ver si por fin este será el mes o este será el ciclo donde obtendremos un positivo, miremos nuestra mirada donde no seremos defraudadas:

“Si ustedes, pues, han resucitado con Cristo,
busquen las cosas de arriba,
donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
Pongan la mirada en las cosas de arriba,
no en las de la tierra. - Colosenses 3:1-2

Con amor en Cristo,
Lariely

Siguiente
Siguiente

La escuela de la espera