Cuando la depresión toca la puerta - Parte 1
Por un tiempo estamos hablando de infertilidad/esterilidad, y esta situación no es algo que llega sola y aislada, muchas veces viene acompañada de visitas temporales como la depresión. Y si, me tocó recibir esta visita no deseada por una temporada de mi vida, donde más que hacerme mal, me hizo bien, porque me empujó anhelar y conocer más al Señor; trataré de contarte un resumen de la historia de un año y medio en algunas palabras.
Todo vino en medio del querer quedar embarazada. La vida de mi esposo y yo estaba un poco complicada en ese momento, para resumirte, yo en una subespecialidad a distancia, Roy con una oferta de una subespecialidad fuera del país y muchas decisiones importantes y decisivas que tuvimos que tomar para llevar todo esto a cabo. Lo primero fue orar para que el Señor nos diera sabiduría para tomar desiciones que le honraran, por lo que entendimos que lo prudente era poner en pausa mi subespecialidad para que mi esposo pudiera hacer la suya, el tendría que vivir en un país desconocido por un año y tanto y tuvimos que tomar muchas decisiones financieras para poder cubrir todo lo que esto conllevaba sin llegar a necesitar de entidades bancarias para prestamos, y pues el Señor nos ayudó con este objetivo.
En medio de todo este ‘trajín’ yo seguía con el anhelo ansioso de quedar embarazada, y como Roy se fue casi de forma inmediata al extranjero, era algo con muy pocas probabilidades de que pasara. A raíz de todo este cambio rápido, suspender cosas que AMO hacer y mi ansiedad por tener bebes YA, me enfermé, con una enfermedad que lleva por nombre DEPRESIÓN. Si, llamemos esa enfermedad por lo que es, una ENFERMEDAD; no es un demonio, no una atadura. Tal vez pudiéramos considerarlo como un ataque del enemigo, pero te recuerdo que si eres creyente, no hay nada que suceda en nuestra vida, que no haya atravesado a Cristo primero; recuerda a Job, el enemigo pidió “zarandearlo” y Dios se lo permitió, es decir, que el enemigo no puede hacer nada en el creyente sin que Dios se lo permita, así que podemos descansar en el Dios que nos cuida y en el Dios que defiende y pelea nuestra causa.
Volviendo a la depresión, esto es algo que le puede pasar a cualquiera. Este tiempo se caracterizó en mi vida de forma particular por que todo lo que me gustaba hacer: leer, escribir, mi trabajo, dibujar, hacer ejercicio, etc etc, no quería hacerlo, tenia cero deseos de hacerlo; Levantarme de la cama era una guerra, no dormía de noche y el irme a bañar era parecido a correr un maratón de 10k. Comía y no engordaba, todo lo contrario, perdí peso de forma sorprendente y sin quererlo.
Mi persona “Bastón”
Siempre he hablado de mis personas bastón, son aquellas que me sostienen al caminar cuando es imposible para mi hacerlo sola; tengo la dicha de tener muchas, a Dios le doy las gracias por ell@s. En este caso y en medio de este proceso mi madre por elección fue mi bastón. Le comento a mi suegra, “Mechin, yo no me siento bien, no me siento yo”. Y ella me dice, “ten cuidado mi hija, que eso puede ser una depresión, aunque es normal por todo lo que estas atravesando en el momento, vamos a levantarnos a orar a las 6am todos los días”. Y comenzamos a orar con un secreto que guardábamos ella y yo porque yo no quería preocupar a nadie. Comenzamos a orar y como al mes me pregunta mi suegra, “¿Cómo te sientes mija’?”, a lo que yo le respondí que estaba confiada en el Señor, pero que iría al Psicólogo. Y me dice, “muy bien, yo voy contigo”. Y fui, me hicieron todos esas exámenes que le hacen a uno, y cuando la psicóloga (una creyente fiel) tenia los resultados me mando a llamar inmediatamente. Fui de nuevo, me explicó todo y me dijo, Lariely, tu depresión es muy severa (según los resultados) necesito referirte a un psiquiatra.
¿A donde doctora? Pero yo no estoy loca. Y como era de esperarse, como “cristiana devota” con algunas creencias erradas, yo respondí con un rotundo no. Le dije que como cristiana no necesitaría un psiquiatra porque Dios me ayudaría y me sanaría. Luego de esto, como ustedes podrán entender, durante esa temporada me sentía una cristiana fracasada y constantemente le preguntaba al Señor que ¿Porqué a mi? Si yo siempre he procurado servirle y obedecerle y que por ende, todo tenía que estar siempre bien. Y la psicóloga, al ver mi reacción, me dijo “esta bien, iniciaremos con terapia y veremos como evolucionas”; y pues cada semana iba a terapia y comencé a sentirme un poco mejor, pero sentía dentro de mi como si el Espíritu Santo me susurrara “tu sabes lo que debes de hacer, no seas irresponsable”. Y venía a mi memoria el siguiente texto:
En lo que requiere diligencia,
no perezosos - Romanos 12:11
Un “mal” que provoca un bien
En todo este proceso yo me aferre más al Señor y al estudio de Su palabra de manera muy intencional y con una sed que no había experimentado antes, y comencé a ver personajes que tenían problemas muy parecidos a los míos; el libro de los Salmos (y otros), están llenos de personas que lidian con la parte oscura de sus emociones y pensamientos, muchos grandes hombres de Dios que son referentes nuestros tuvieron que luchar con su oscuridad y torbellino interno. Al estudiar la Palabra y dejar que Esta me hablara y me enseñara, me di cuenta que había un común denominador en los hombres y mujeres de Dios: todos sufrieron, de una forma u otra; pero en medio de su sufrimiento Dios fue su sustento y Sus promesas su esperanza.
Por lo que, le dije a mi madre por elección, “Mechin voy pal’ psiquiatra” y me abre los ojos y me dice, “¿si mi hija?” Y digo yo si, entiendo que esta es la voluntad de Dios. Y me contestó “pues muy bien, yo voy contigo”. La relación con mi suegra la comparan mucho con la historia de Rut y Noemí, pero en este caso, ella fue mi Rut y yo era Noemí.
En medio de mi enfermedad, pude darme cuenta que en la Palabra de Dios, habían personas que se hacían las mismas preguntas que yo, por ejemplo, el Salmo 13:
¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre?
¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma,
Con tristezas en mi corazón cada día?¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?
Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío;
Alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte;Para que no diga mi enemigo: Lo vencí.
Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara.Mas yo en tu misericordia he confiado;
Mi corazón se alegrará en tu salvación.Cantaré a Jehová,
Porque me ha hecho bien.
Entendí que no era una cristiana fracasada por sentirme así y que a todos nos toca enfrentar situaciones no agradables en este mundo roto, porque si todo fuera perfecto no anhelaríamos la patria celestial. Y entendí que, como dice Nancy Demoss Wolgemuth, todo lo que me hace buscar al Señor es una bendición y esta depresión me estaba empujando cada vez más y más a Él. Y aprendí a ver la depresión como la ola a la que se refería Charles Spurgeon, y cito:
“He aprendido a amar la ola
que me arrastra a la roca eterna”
En medio de todo esto, por pura misericordia de Dios, surgió en mi el anhelo de llegar al fondo de este asunto y en un momento al levantarme y abrir instagram, “considencialmente” vi una conferencia de una mujer que un amigo pastor invitó a su iglesia y ella hablaba sobre la depresión, cuando escuché esta mujer, a ella solo le falto decir mi nombre porque describía exactamente como me estaba sintiendo y tome la decisión inmediata de ir donde ella. Investigue donde consultaba e hice mi cita.
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Para no hacer este escrito tan largo, te dejaré la conclusión de este proceso en el próximo blog, Dios mediante.
Te veo en la próxima entrada!
Con amor en Cristo,
Lariely