La escuela de la espera
Reciente comencé a leer un libro, se llama “Tiempos de espera” de Betsy Child Howard, y aunque a penas llevo un par de capítulos, el primer capítulo me impactó profundamente, a tal punto que lo leí dos veces. Si, soy de las que si una cosa le gusto muuuuucho lo lee dos veces; es poco común que lo haga, así que cuando te digo que leí dos veces es porque fue muy fuerte para digerir la primera vez, necesitaba volverlo a leer.
El punto es, que el primer capítulo lleva por nombre el mismo del título de esta entrada del blog. No se tu, pero a mi no me gusta esperar; me gustan las cosas rápidas como cuando buscamos algo en nuestros dispositivos electrónicos, que desde que doy un click o desde que doy un tap ya tengo lo que quiero. Pero mi sant@ y el que no lo es tanto, Dios no obra de esta manera y por ello debemos de estar dispuestos a pasar por la escuela de la espera.
De todos los puntos que se tratan en el primer capítulo, hubo uno en particular con el cual me identifiqué profundamente, y es que la autora refiere que se supone que en los tiempos de espera debemos caracterizarnos por vivir en contentamiento. Y me identifiqué con eso, porque hace varios años, en medio de nuestra lucha con la esterilidad yo le comentaba muchas veces a mi esposo, que ya, que dejáramos de pedir, buscar y trabajar tanto por nuestro anhelo de tener bebés, de que si Dios no lo había permitido, es porque no era Su voluntad y punto.
Si, soy así de extrema muchas veces; pero doy gracias a Dios por mi esposo que es mi regulador de voltaje y mi cable a tierra como he dicho otras veces. En muchas ocasiones el me dijo algo parecido a esto “el hecho de que no podamos tener hijos no necesariamente significa que no sea la voluntad de Dios; porque no sabemos si Su voluntad es que llevemos nuestra fe a la obra de buscar ayuda médica, y esa sea la forma en la que Él quiera obrar el milagro en nosotros”. Y pues no me quedó de otra que darle la razón.
En medio de los análisis y estudios interminables, citas médicas, medicamentos y ya no me acuerdo que otras tantas cosas, recuerdo que le pregunté a una gran mujer “¿Hasta cuando pedir? ¿Cuanto más debo perseverar orando por lo mismo si al final no se si es Su voluntad? ¿Cuando desistir de orar por algo que puede que nunca pase? y esa persona me respondió: “como no sabemos si es Su voluntad, debemos de orar siempre” y me recordó el siguiente texto de la Palabra, que dice:
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” Filipenses 4:6-7
Y ella me dió una hoja de ruta en mis muchas preguntas: 1-No estar afanada por el desenlace de mi petición, 2-Presentar mi anhelo a Dios, 3-Dar gracias. Entendí en ese momento que debía de orar siempre, pero con manos abiertas a Su buena voluntad. Orar por nuestro anhelo pero sabiendo que la respuesta podría ser sí, no o espera, y que por sobretodo, mi contentamiento debe estar en Aquel que guarda mi corazón y mi mente en Él.
Cito una frase del libro en cuestión, “Al igual que el apóstol Pablo, nuestro contentamiento debe basarse en la suficiencia de Cristo y no en circunstancias satisfactorias temporales. Él era y es mi mayor necesidad, lo demás aunque importante, es secundario.”
Y cuanto entendí eso, se me fue un peso de culpa que tenía por orar por algo que no sabía si al final era Su voluntad. Y en medio de esta incógnita de si seguir orando, de si estamos siendo egoístas por orar por algo que anhelamos, voy a citar un fragmento del libro que fue lo que se me tatuó en el corazón mientras leía este primer capítulo y que quiero compartir contigo:
“Que habría pasado si Ana se hubiera resignado a su infertilidad, en lugar de derramar sus oraciones ante Dios con lágrimas? Y si el padre del hijo pródigo se hubiera secado las lágrimas y seguido adelante, en vez de mirar el horizonte y esperar que su obstinado hijo regresara a casa? Que habría pasado si Oseas, en vez de lamentarse por la infidelidad de su esposa, hubiera proclamado que esta era la voluntad De Dios y que probablemente estaba mejor sin ella?
Si estos personajes bíblicos hubieran sofocado su dolor y fingido una sonrisa, nos faltarían las profundas notas de bajo que le aportan al evangelio esa resonancia tan dulce. Sin lágrimas, la promesa de que Dios «enjugará toda lágrima de sus ojos» (Apoc. 21:4) sería innecesaria.” - Página 20
Con esto me identifiqué, porque recuerdo que Dios ha usado el dolor de la esterilidad y la larga espera incierta de procesos de reproducción humana asistida, en milagros gloriosos, primero, de un carácter formado y conformado cada vez más a la imagen de Cristo, donde sí o sí tuvimos que aprender a confiar en Su soberanía; segundo, donde entendimos que más que la dádiva necesitábamos al Dador, tercero un hermoso muchachito que se mueve mucho, recita el Salmo 3:5 de memoria antes de irse a dormir, habla como un Loro y nos hace la vida más feliz y divertida y cuarto, también saber que los “no” De Dios son buenos para nosotros y son una respuesta a nuestra oración.
Mi sant@ y el que no lo es tanto, esta escuela de la espera no es cómoda ni deseable, pero es necesaria. Todos, de una forma u otra estuvimos, estamos o estaremos allí. Permitamos que el Señor obre Su buena voluntad en nosotros, te recuerdo, que siempre Su plan será mejor y que nada en nuestra vida cumple un despropósito.
En conclusión, lo poco que he leído del libro, te lo recomiendo. Te dejo el enlace AQUÍ.
Con amor en Cristo,
Lariely