Una espera que no desespera
Paciencia. Esta palabra no me causa mucho entusiasmo y siéndote honesta, no le agrada para nada a mi carne. Me gusta la rapidez, no me gustan las filas, las sillas en la sala del médico, tener que esperar que hierva el agua, no, no me gusta; me declaro una persona [muy] impaciente. Sin embargo, en la vida cristiana (y en la vida en sentido general) es de vital importancia la paciencia. Como te dije en la entrada anterior Dios no tiene prisa, y como Él está interesado en que reflejemos Su carácter [paciente] pues nos enseñará a través de Su Espíritu a cultivar este fruto.
Dios no tiene prisa
En esto he estado pensando, y la verdad es que estudiar el Antiguo Testamento en el instituto ha sido un refuerzo constante para mi desesperado corazón en recordar que, Dios no tiene prisa. En saber que, las promesas De Dios son verdad, pero esto no quiere decir que se cumplirán en mi tiempo, cuando yo crea conveniente o cuando yo quiera.
La escuela de la espera
Reciente comencé a leer un libro, se llama “Tiempos de espera” de Betsy Child Howard, y aunque a penas llevo un par de capítulos, el primer capítulo me impactó profundamente, a tal punto que lo leí dos veces. Si, soy de las que si una cosa le gusto muuuuucho lo lee dos veces; es poco común que lo haga, así que cuando te digo que leí dos veces es porque fue muy fuerte para digerir la primera vez, necesitaba volverlo a leer.

